Murió de repente en su casa de Pozuelo. Es lo que tiene la muerte que, a veces no avisa, pero llega. Fue el segundo presidente de la democracia tras el gran Adolfo Suárez y era un momento muy difícil con ETA en su máximo apogeo y una importante crisis económica. Pero lo supo hacer, porque los grandes pasan discretamente pero dejando profunda huella.
Amigo de sus amigos y muy familiar, madrileño pero gallego, serio pero con sentido del humor. Así era Leopoldo Calvo-Sotelo, el mismo y único que se enfrentó a Tejero de pie y no agachado como otros. Pero sobre todo fue el presidente que estaba cuando yo nací, el mismo que durante su legislatura España entró en la OTAN y se aprobó la entonces controvertida Ley del Divorcio.
Ahora los entendidos dicen que ha cumplido con su deber así que descanse en paz, mi Presidente
domingo, 4 de mayo de 2008
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